Economía campesina y uso de los recursos naturales en zonas de colonización (continuación)
Humberto Rojas Ruiz
Sin duda alguna el cultivo con el mayor potencial mercantil ha
sido la coca. Ningún otro, ni siquiera el cacao en las vegas de
los ríos Guaviare, Guayabero, Caguán, Orteguaza, Caquetá, han
podido mostrar una semejante rentabilidad. En las zonas del
Putumayo, Caquetá o Guaviare Colombianos el cultivo y
procesamiento de la hoja de coca significaron una verdadera
revolución. Precedida por una fugaz experiencia con el cultivo
de la marihuana, la coca estableció sus reales en estas zonas
amazónicas colombianas en la segunda mitad de la década del
setenta y desde entonces todo cambió, todo fue distinto(6). Las
transformaciones de toda índole que produjo este cultivo han
sido ampliamente presentadas por Molano (1987, 1988 y 1989) y por
Cubides, Jaramillo y Mora (1987). De esas extensas descripciones
y análisis sólo se toman unos cuantos aspectos, que se los
lista a continuación:
- La difusión del cultivo de coca impuso con todo vigor la
mentalidad extractivista, minera, de enriquecimiento
rápido y basado en un solo producto, con todos los
rasgos agravados de lo que Molano ha denominado la
colonización rapaz. Pero a diferencia de la primera
expresión de este tipo de colonización que se
concentró en enclaves de colonos dedicados a la
extracción del caucho, la balata, las pieles, las plumas
y el pescado seco, la coca produjo una generalización de
dicha mentalidad, compartida por antiguos campesinos
colonos, que entraron al cultivo con reticencia pero
luego abandonaron sus restos de conciencia, y por nuevos
colonos de claro corte aventurero. Era la bonanza de la
coca. Para aprovechar los extraordinarios precios de la
hoja o de la pasta de coca, los colonos productores en
pequeñas parcelas, se dedicaron con un frenesí
insospechado a la siembra, sostenimiento y cosecha de
variedades mejoradas, a las que aplicaban toda clase de
insumos para incrementar al máximo los rendimiento. La
racionalidad productiva tradicional fue así quebrada
radicalmente. Las parcelas de coca fueron cultivadas con
tal intensidad y siguiendo patrones tecnológicos de tal
nivel que el contraste entre la agricultura de tumba,
roza y quema, y la producción tecnificada de la hoja de
coca era algo que impresionaba profundamente al
observador externo. En esta ruda competencia entre los
dos tipos de agricultura salió perdedora la tradicional
del colono. Y así, los cultivos de pancoger, destinados
al autoconsumo o con una exigua comercialización, fueron
abandonados por la unidad doméstica productiva. Toda la
fuerza de trabajo familiar fue dedicada a la coca por lo
que se hizo necesario traer de afuera hasta el plátano,
la yuca y el maíz. No había interés en hacer nuevos
descumbres y establecer nuevos abiertos para sembrar
alimentos porque estos no tenían el valor económico que
sí le asignaba el mercado a la coca. Fue tal la crisis
alimentaria que en el Guaviare y Guayabero la guerrilla
impuso la obligación de sembrar cultivos alimenticios a
la par de las chagras de coca. Se decretó la
sustitución de cultivos y los grupos guerrilleros
entraron a convencer al colono de la conveniencia de
impulsar los cultivos legales más allá de las
necesidades básicas de supervivencia. El no abandonar o
más bien, retomar los cultivos alimenticios era a la vez
un seguro a favor del colono cuando sobreviniera la
crisis de la coca, como efectivamente ocurrió, y una
respuesta a los intereses estatégicos y tácticos de la
guerrilla (Molano 1987 p76-77).
Mirado desde el punto de vista ecológico, el cultivo de
la coca significó otra forma muy diferente de
apropiación del espacio amazónico y de utilización del
ecosistema forestal. Dada la magnitud de las chagras de
coca, puede decirse que la presión deforestadora tendió
a disminuir y la selva se convirtió más bien en zona de
protección, en refugio para el cultivo ilegal y su
primer procesamiento. No había interés en abrir
demasiados claros en el bosque sino que se buscaba
camuflar estas actividades ilegales en el espesor del
mismo. Por lo tanto, aparte de algunos problemas de
contaminación de aguas que ya se han presentado en zonas
donde las siembras se han venido dando intensamente por
efecto del uso exagerado de químicos, puede afirmarse
que el impacto fue mayor en otros campos -el económico,
el social, el cultural-.
En efecto, la coca transformó radicalmente no sólo la
mentalidad del productor campesino sino también la
estructura de poder regional, las relaciones sociales y
económicas locales y regionales, las pautas de consumo.
Como escribe Molano, "el colono carga sobre sí un
hambre acumulada durante años, y se ha visto privado
aún de los bienes más necesarios no sólo para su
subsistencia sino también para la producción, términos
que en su caso son sinónimos. Es explicable que cuando
la bonanza de la coca tocó a sus puertas, cuando en un
mes de trabajo obtuvo lo que en su vida no había logrado
acumular, se desbocara en él un ansia de consumo sin
límites, una especie de consumo retaliatorio que algunas
veces rayaba en lo ridículo, otras en lo ingenuo y la
mayoría de las veces, en lo desaforado" (1986 p76).
Una primera bonanza duró varios años aunque muchos de
sus beneficiarios la creían eterna. La crisis de los
precios de la coca produjo en consecuencia no sólo un
gran desencanto sino una sin igual crisis social. La
mayoría de los que habían llegado soñando enriquecerse
de la noche a la mañana y a la par habían derrochado a
manos llenas no sobrevivieron a las dos crisis,
abandonaron el lugar de los acontecimientos y retornaron
a sus puntos de partida. Lo mismo hicieron los
traficantes. Sólo lograron permanecer los colonos, los
viejos y los recién llegados, que sabían vivir de otra
manera.
Una segunda bonanza hizo su aparición pero ya muchos
habían escarmentado con las recientes crisis y su
comportamiento no fue tan desorbitado como lo había sido
durante la primera bonanza. La segunda bonanza no fue, de
otra parte, tan espectacular como la primera. Los centros
urbanos vivieron un nuevo esplendor pero este no fue tan
etravagante como el anterior. Pareciera que todos habían
aprendido la lección y estaban mejor preparados para la
nueva crisis que en efecto se dio.
Han pasado varios años y los precios de la coca en el
Guaviare, en el Guayabero, en el Caguán no se recuperan
y los productores de la hoja parecieran haberse
convencido de que la prosperidad asociada a este cultivo
ilegal ya no volverá. De todos modos, el frenesí
productivo como el desenfreno consumidor, dejaron huellas
profundas en la sociedad y en la economía regionales y
en los procesos de colonización. Todos quedaron
marcados. Y el colono de hoy, el que sobrevivió a tantos
altibajos, ya no es el mismo de ayer. Quizá, como
también dice Molano, una sabiduría silenciosa y curtida
los puso al amparo de la catástrofe total, y abandonando
sus pretensiones de prosperidad han vuelto a echar
"suertes", han sustituido la coca por el maíz,
por el arroz, por el cacao, por la caña (Molano 1987
p72). Pero sueñan quizá con encontrar otra actividad
productiva, ojalá esta vez legal, que sino les devuelve
la abundancia perdida, les garantice al menos unas
condiciones de vida por encima del nivel de subsistencia,
condiciones que pudieron saborear aunque tan sólo fuera
fugazmente. Surgen de inmediato varias cuestiones: )qué actividades son
factibles de ser desarrolladas en la frontera
agropecuaria de la región amazónica?, )de qué manera estas
actividades afectarían la estructura y la dinámica del
ecosistema forestal? y )qué
secuelas ecológicas dejaron todas las actividades
relacionadas con la producción de coca y cuáles son
definitivamente irreversibles?.
Perspectivas de la economía campesina en
zonas de frontera agropecuaria.
Un significativo efecto social no esperado tuvo la
generalización de la producción de coca, a saber: retardó y
hasta cierto punto detuvo el proceso de diferenciación social y
por ende, de concentración de la propiedad de la tierra en unas
pocas manos, que son las de los comerciantes -el capital
comercial como avanzada del capitalismo-, que poco a poco se hace
también terrateniente.
Este proceso ha sido documentado como de común ocurrencia por
los estudiosos de la colonización y de una manera esquemática
podría ser caracterizado como sigue: el colono se apropia de un
fragmento de la naturaleza representado en una parcela de tierra
cubierta por un sistema forestal; con base en intenso trabajo
propio y de su núcleo familiar va transformando este ecosistema
natural en uno artificial (en términos de Toledo, sería el
medio ambiente transformado -MAT-), que es el que recibe un valor
económico y cuya valorización se expresa en las "mejoras"
o diferentes tipos de ecosistemas artificiales. O sea, que cuanto
más se transforma el ecosistema natural, más valor económico
parece adquirir la porción de tierra que se ha apropiado el
colono. Surge entonces una tremenda paradoja vinculada con las
características del ecosistema forestal: a medida que aumenta el
valor económico de la tierra a través de sus "mejoras",
decrece la productividad de la misma ya que con el
establecimiento de las mejoras se han alterado tanto la
estructura como la dinámica de los ecosistemas naturales que,
como se dijo antes, se autorregulan, automantienen y
auto-reproducen. El colono entonces, cual aprendiz de brujo, ve
cómo las fuerzas naturales que desencadenó se vuelven en su
contra, puesto que al disminuir la productividad de su tierra
"mejorada", ya no tendrá garantizada su propia
supervivencia y la de su núcleo familiar.
En ese momento, el comerciante que estaba al asecho y que lo
ha venido endeudando, salta sobre su víctima y prácticamente lo
despoja de las "mejoras", que son las únicas que
reciben un valor económico. Al comprarle las mejoras, le está
comprando todo el fragmento de la naturaleza que el colono se
había apropiado. Este con un puñado de billetes tendrá varias
opciones: o se adentrará en la selva para apropiarse de otro
fragmento de la naturaleza y repetirá todo el proceso,
convirtiéndose quizá en un colono profesional; o se asentará
en uno de los centros urbanos nuevos y se dedicará a actividades
muy diversas buscando hacer rendir lo que recibió por la
mejoras; o retornará al punto de partida regresando como un
derrotado aunque con algunos pesos que le permitirán
reinstalarse e iniciar un nuevo ciclo.
Ahora bien, el comerciante no compra las mejoras a un sólo
colono como si se tratara de una excepción porque él endeude,
la apropiación de excedentes por parte del comerciante y la
quiebra del colono son la regla y así el comerciante, que es a
la vez transportista, político y quizá administrador público,
comprará varias unidades domésticas productivas, queda tan
sólo un patrón y unos cuantos asalariados. De varias fincas de
colonos surge una empresa capitalista.
Este fue el proceso que la producción de coca retrasó e
inclusive suspendió. Habiendo prosperidad para todos, si bien no
todos recibieron por igual, los colonos no se vieron precisados a
vender sus propiedades pues las deudas no lo ahogaban ni las
afugias eran tan grandes. La coca los liberó de la esclavitud
que les imponía el comerciante mediante el avance sobrevaluado
de bienes de consumo y la compra subvalorada de los excedentes
producidos. Sin duda los comerciante también se lucraron de la
bonanza de la coca pero por otros mecanismos; al fin y al cabo el
pastel era enorme y alcanzaba para todos.
Una vez pasó la bonanza, los colonos sobrevivientes vuelven a
echar "suertes" y retoman el ritmo perdido de
transformación del ecosistema natural; de nuevo, el medio
ambiente transformado avanza sobre el medio ambiente natural y
renacen los peligros de graves deterioros ecológicos que van
aparejados por serios riesgos de retroceso social y de
desplazamiento de dichos colonos. Una vez más aparece el
fantasma de la concentración de la tierra junto con el de la
intensificación de la deforestación y de la erosión.
Qué hacer frente a tales fantasmas? inevitablemente se harán
realidad y por lo tanto, )
nada se puede hacer ante los mismos? ciertamente se puede hacer
mucho pero es preciso asignar responsabilidades a diferentes
actores sociales:
En primer lugar, está el Estado. Su rol en las áreas de
frontera agropecuaria han sido ambiguo, por decir lo menos. En
efecto, muy a menudo ha sido el gran ausente, y cuando se ha
hecho presente, esta presencia ha sido extremadamente débil. Por
eso, ha sido suplantado por otros actores sociales para quienes
en ciertos momentos, la presencia estatal podía ser un estorbo;
es el caso de las guerrillas y los narcotraficantes que
impusieron (y aún imponen en muchas áreas) su propia
normatividad y su propia legalidad y realizaron obras que
correspondían al Estado.
No obstante esta ausencia, el Estado vio con buenos ojos la
expansión de la frontera agropecuaria y hasta la estimuló
tomándola como una válvula de escape a las muchas presiones que
se daban en zonas de antigua ocupación. En estas el campesinado
cada vez más retrocedía ante el empuje del desarrollo
capitalista que le expropiaba la tierra; en términos de Toledo,
le arrebataban tanto su medio ambiente natural como transformado
y lo convertía en una mercancía al proletarizarlo porque sólo
le dejaba su fuerza de trabajo que debía entrar a vender en el
mercado laboral.
Una de las opciones que se le planteaban al campesino recién
despojado de su tierra y convertido en proletario, era migrar
hacia la lejana frontera agropecuaria con la ilusión de rehacer
allá su vida y recuperar lo perdido, como era un pedazo de
tierra en el que esperaba invertir el trabajo familiar para
hacerlo producir con abundancia. Esta ilusión fue alimentada por
el Estado, que empujó a muchos campesinos a la frontera
agropecuaria esperando disminuir y aún eliminar las muchas
tensiones y conflictos que creaba el desarrollo capitalista en
las zonas de antigua ocupación.
Sin embargo, esta ha sido apenas una pobre solución que ha
generado, por su parte, otros problemas de muy variada gravedad.
Lo que vivieron los colonos en sus lugares de origen lo reviven
en las zonas de colonización, a saber, el enfrentamiento con el
capital, con el agravante de que el conflicto social, económico
y político, o sea, el conflicto y la violencia entre los
hombres, tiene un trasfondo dramático, y es el de la violencia
que estos hombres ejercen sobre la naturaleza.
Pero el Estado ha ignorado estos gravísimos problemas; y más
que ignorarlos los ha desconocido, lo cual se ha traducido en
comportamientos a menudo contradictorios entre las varias
agencias estatales frente a esta problemática. Es, por lo tanto,
obligación de ese mismo Estado proponer el modelo de desarrollo
que quiere para las zonas tropicales de frontera agropecuaria y
particularmente, para la región amazónica, a fin de darle
coherencia al accionar de sus entidades propias y guiar el
trabajo de las organizaciones no gubernamentales y no seguirlas
considerando como las áreas de desfogue y de refugio para los
desplazados de la violencia andina.
Ahora bien, el proponer un modelo ortodoxo de desarrollo no es
suficiente ya que también es necesario proponer un modelo que
sea posible dadas las características de los ecosistemas
naturales sobre los cuales se erigirá la nueva sociedad así
como las características de esta nueva sociedad que se piensa
crear e impulsar. En otras palabras, el modelo de desarrollo
deberá sustentarse en un manejo amplio del concepto de proceso
de trabajo que debe abarcar, por lo tanto, los aspectos de las
relaciones sociales de producción, del componente tecnológico y
de las características de aquella porción de la naturaleza que
será apropiada por los diferentes actores sociales que se
involucren en actividades productivas.
Desde ya y bajo esta perspectiva, se puede decir que un modelo
de desarrollo sostenible y posible no puede dejar por fuera
aspectos como los siguientes:
- Importancia de profundizar el conocimiento del ecosistema
forestal que si bien viene siendo crecientemente
estudiado, aún tiene muchas facetas desconocidas. El
rescatar la relevancia del conocimiento pondría las
cosas al derecho ya que la práctica habitual ha sido
"destruir antes de conocer" cuando lo correcto
sería "conocer antes de usar". Por lo tanto,
el componente de investigación debería tener una
posición destacada dentro del modelo que se propusiera y
para la implementación de la misma se debería crear el
núcleo institucional adecuado.
- Posibilidad de darle valor económico a unos recursos
naturales que han tenido hasta la fecha tan sólo un
enorme valor ecológico. Es decir, que el ecosistema
forestal, actualmente visto no sólo por el colono sino
por las grandes empresas colonizadoras de corte
multinacional (situación prevaleciente en el Brasil)
como el gran obstáculo al desarrollo, se convertirá en
la base de una rentable silvicultura tropical. De esta
manera, el ecosistema natural sería no sólo preservado
sino utilizado racionalmente; no se buscaría
transformarlo ni sustituirlo sino explotarlo y manejarlo
pero adecuando las prácticas de manejo y explotación a
las características del ecosistema mismo.
- Aceptando como un hecho incuestionable e irreversible la
presencia numerosísima de colonos campesinos llegados de
otras regiones, no queda otra alternativa que tratar de
brindar atención a sus necesidades insatisfechas y
solución a sus múltiples problemas. Hay que atender y
no hostilizar a la colonización existente, lo que es muy
distinto de fomentar procesos colonizadores, para que
"como resultado deseable, no sólo se disminuya el
impacto ambiental negativo sino que, primordialmente, se
rescaten seres humanos de condiciones reproducidas de
miseria, enfermedad y autoexplotación" (Corres
Gregory 1988 p22).
Por la complejidad de la problemática de los colonos,
esta atención debe ser multifacética y exige una gran
inventiva para ofrecer respuestas y soluciones realistas.
En efecto, partiendo de un mayor conocimiento de las
condiciones en que se reproduce la economía campesina en
estas zonas, es preciso intentar crear una
infraestructura mínima y un equipamiento social también
mínimo, facilitar la vinculación del colono al mercado
regional y aún nacional o internacional, desarrollar o
ajustar tecnologías para que se adapten a las
características de estas zonas, que presentan limitantes
tan marcados en su clima como en sus suelos respecto a
las tecnologías convencionales, impulsar actividades de
asistencia técnica, capacitación técnica y extensión
agropecuaria, fomentar la participación y la
organización comunitarias a fin de crear las bases para
poner en marcha proyectos autogestionarios.
En particular y tomando en cuenta las bases
conservacionistas de la racionalidad productiva del
colono campesino, este debería ser un actor social
privilegiado para aprovechar racionalmente los recursos
naturales que brinda el ecosistema forestal mediante la
implantación de sistemas silviculturales tropicales. De
otra parte, dada la experiencia reciente con el cultivo
de la coca y su altísima rentabilidad, el colono
campesino está a la espera de que se le ofrezcan
renglones productivos sustitutivos de este cultivo
ilegal. El proceso de aprendizaje que vivió el colono
cuando sembró, sostuvo, cosechó, procesó y mercadeó
la coca podría ser aprovechado para fomentar otros
cultivos nativos altamente promisorios que contribuyeran
no sólo a mantener sino a elevar las condiciones de vida
de la familia colona sin que se causaran mayores
traumatismos al ecosistema forestal.
Las posibilidades están ahí. El reto existe. El actual
gobierno ha mostrado una cierta dosis de voluntad política para
enfrentarse a la complejísima problemática que plantea la
colonización campesina. Quizá no sea suficiente pero sobretodo,
se requieren claridad y permanencia de dicha voluntad.
Notas
- En su extraordinario libro, recién publicado sobre
relatos de guerras y de tierras, Alfredo Molano Bravo
destaca hermosamente la importancia del hacha en el
proceso colonizador; en el relato de una colona se lee lo
siguiente: "con el patrón nos trasladamos a la
finca. Le pusimos La Belleza. Era así. Se veía bonita.
Volvimos a levantar rancho. Hicimos entre ambos, él con
el hacha y yo con la rula, el abierto para vivir cerca al
agua y cerca a la trocha. Ahí posamos. Hacer el rancho
es lo fácil. Hasta entonces todo había sido sonrisas.
Pero había que metérsele a la montaña y eso no es
cualquier juego. La montaña es dura. A mí me gustaba el
ambiente. Desde el rancho oía el hacha del patrón, oía
el hacha de mister Chizas y el hacha de los otros
vecinos... Entre unas y otras, fuimos haciendo la
fundación. Yo socolaba y él hacía cantar el hacha"
(p222). "Uno no se sentía solo. Se oía el hacha de
unos y otros. La del mister era muy afamada, porque para
el hacha era muy bueno, pero no sabía amarrar las
caídas y los palos se le quedaban sentados. El patrón
le explicaba cómo debía amarrar los palos y según
fuera el amarre por dónde hacer el corte... Los Nicuros
eran los que más sabían y por eso le rindió más
(p223). La selva está amarrada toda por encima. Es una
maraña llena de nudos. Uno lo ve cuando caen porque se
jalan unos con otros y tal como está la maraña arriba
deben hacerse los cortes abajo. Hay que saber mirar hacia
arriba para hacerlo abajo. Si quedan encontrados los
cortes, los árboles se sientan y quién los para? o
quedan recostados a otro y quien los endereza? En eso
fallaba el cliente y eso lo aburrió. Además, no sabía
para dónde correr cuando comenzaba el traque-traque. La
maraña y los cortes dan la salida" (p224). "Alcibiades
no pudo con la selva. A él le iba peor que a mister
Chizas porque no sabía manejar ni el hacha, y el hacha
es la que reina en la montaña. Nadie puede reclamar lo
que el hacha no haga" (p225).
- Sobre este candente tema se volverá más adelante
tratando de contextualizarlo y buscándole las
explicaciones pertinentes. Sin embargo, se puede
mencionar desde ya el trabajo de Andrade y Ruiz (1988)
como un excelente resumen de esta problemática.
- A lo largo de todo este trabajo se hará referencia
solamente a la articulación entre la empresa capitalista
y el fragmento de la naturaleza que se apropia también
en zona de frontera agropecuaria, como han sido los casos
de las empresas bananeras en Urabá, las forestales en la
Costa Pacífica y las ganaderas -Larandia, por ejemplo -
en el Caquetá, todas en Colombia, o los grandes
proyectos colonizadores en el Amazonas Brasileño.
- Según Toledo (1980, p36), "los ecosistemas (son)
las últimas unidades articuladas de organismos en que
puede ser dividida la naturaleza y ellos incluyen, dentro
de un todo organizado, tanto a las especies de organismos
como a los elementos físicos, químicos y geológicos
del ambiente".
- Correa Gregory (1988) se refiere a los grandes efectos
macroecológicos relacionados con los procesos de
deforestación y anota que si bien la información
cuantitativa es insuficiente, se puede afirmar que el
aumento del dióxido de carbono en la atmósfera tiene
significativas repercusiones en un calentamiento global
debido al "efecto invernadero" (p18) y la
liberación de óxido nitroso (con un previsible aumento
en la incidencia de cáncer) produce una preocupante
disminución del ozono con efectos parecidos en las
condiciones climáticas del planeta (p23). Los efectos
nefastos de estos procesos se acercarían a una
catástrofe mundial, ya que zonas con clima subtropical
con lluvias de invierno se volverían estepa árida
(p23). En reciente artículo de El Espectador ("El
Discovery vio la agonía del planeta"), se lee lo
siguiente: "En septiembre de 1988, gráficas
logradas por los astronautas de la primera misión del
transbordador, luego del accidente del Challenger,
mostraban una densa nube de humo de un millón 600 mil
kilómetros cuadrados sobre la mayor parte de la cuenca
del Amazonas, en Suramérica, resultado de la tala y
quema de bosques tropicales... científicos brasileños y
norteamericanos han dicho que la destrucción en esta
zona es tan vasta que podría representar cerca de la
décima parte de la producción mundial del dióxido de
carbono, gas que acelera el calentamiento de la Tierra y
da lugar al temido efecto invernadero"
(26/04/89:1B).
- "Cuentan que en un comienzo, allá por 1978, se
hicieron las primeras "chagras", muy en
secreto, y se trajeron las primeras semillas... la misma
red de traficantes que había visto frustrados sus
negocios con la marihuana introdujo el cultivo comercial
de la hoja. Era una infraestructura que no podía
improvisarse. Hubo simplemente un desplazamiento de
cultivo, pero la técnica del tráfico, la red y los
actores centrales eran los mismos... A la vuelta de pocos
meses, cientos -léase bien- de toneladas de semilla
fueron distribuidas de mano en mano, gratuita y
afanosamente, y al poco tiempo las primeras cosechas
estaban listas para ser raspadas" (Molano 1987 p60).
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